martes, 9 de septiembre de 2014

LA ENTREGA DEL TIEMPO



Se asoma el atardecer a mi alma y entre sus matices centellea una sombra que emerge airosa entre las nubes sonrojadas de la tarde. Caen las hojas que ciñe el verso en la exquisitez de la memoria, una gran sensación inunda mi ser y los recuerdos se desgranan como cristales en un pergamino blanco que se irrumpe cuando llega la presencia de la efigie y el deseo permanente de tenerla en las quimeras infinitas del espacio; quiero habitar el tabernáculo de su alma, inundar su espíritu de la avidez que habita en el atardecer de esta vida, que perfila la entrega de una noche bordada en el lienzo mágico del ensueño.

Esta vida es como el día en sus matices, como la noche en sus sombras, como los amaneceres resplandecientes  y como los atardeceres cobrizos en su declive. Se ilumina el alma cuando el amor despunta en el alba, ensombrece la vida cuando se sumerge el amor en la tarde matizada, delegándonos en la oscuridad del vacío, ese vacante espacio que fuera ocupado por ese sol refulgente, que llenó de brillo nuestros amaneceres, pero todo pasa como el día acaba, todo se mece en el vaivén del tiempo, en el tren que deja y recoge los instantes a su paso y nos apea en la estación que nos entrega el tiempo en cada instante.

Esta vida se debate entre las luces y las sombras, entre el espejismo mágico de lo efímero y la sensatez callada de lo estable.  
Brillan las sombras con ese destello que obnubila la luz de la razón, amo mi sensatez callada y también mi espejismo mágico.

Ese espejismo que me entrega las imágenes de un nuevo amanecer en medio del crepúsculo acabado, un airecito de respiro vaga en el insondable espacio de mis pleuras que se ensanchan a su paso y lo revitalizan con ese oxigeno dorado de la aurora; un viento tibio descarga un beso en las orillas de mi alma y un suspiro me roba el misticismo del momento vivido en esta estación atemporal.


Este delirio arropa mi cordura entregándome una inesperada exquisitez que me envuelve en la dulzura de las gotas guardadas de esta ilusión callada; sigo prendida en este develado instante que desvela mi pensamiento nocturnal y resplandece con el luto de la sombra. 
La decisión de bajarme en esta estación bajo la luz de este destello sombrío me envuelve en el circulo del destino que recorrer quisiera, pero llegan las dudas que entrega el fruto agridulce al paladar sediento y se acrecienta la sed que ahoga.


He de continuar mi viaje, seguir de largo en la parada de la estación urgente del deseo sombrío de esta tarde, el tren seguirá su marcha y nunca sabré lo que pudo acontecer si me hubiera bajado, me privaré de vivir lo no vivido y de entregar el alma en el suspiro del instante ofrecido por ese boleto ensombrecido.

Laura Gil






2 comentarios:

  1. inunda mi ser y los recuerdos se desgranan como cristales en un pergamino blanco que se irrumpe cuando llega la presencia de la efigie y el deseo permanente de tenerla en las quimeras infinitas del espacio; quiero habitar el tabernáculo de su alma, inundar su espíritu de la avidez que habita en el atardecer de esta vida, que perfila la entrega de una noche bordada en el lienzo mágico del ensueño.... INMENSAMENTE BELLO INTENSAMENTE MARAVILLOSO mi bella y querida amiga Lauris

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  2. Hermosa prosa llena de bellas metáforas, con las que haces una separación entre el día y la noche, entre el deseo y la resignación, lo estable y lo efímero... entre los sueños y la realidad. Pero a partir de que se construye la realidad, sino de un bello sueño... sueños que cambian el rumbo de nuestras vidas, sueños que construyen el futuro desde los orígenes de nuestra existencia. La realidad no es más que la consecuencia de un sueño que se ha cumplido. Un beso y un abrazo de Ángel.

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Muchas gracias por tu tiempo, saludos cordiales.