En otro tiempo éramos palabras
en el descanso de un camino
para indagar por nuestros sueños,
éramos arpegios en los labios
para cantar en la ola de un verso.
El laberinto de la ausencia
nos llevó hasta la puerta del abismo
orábamos entre los ronquidos de la fe
para ser almíbar de la luz.
Era un tiempo en que las mañanas
sabían a chocolate con confianza,
las tardes a pan entre la miel de nuestros besos
y las noches a caramelo entre las manos.
Todo ello se quedó en la embriaguez
de una cebada fría frente al mar
para que el olvido naciera en nuestra boca
y la soledad fuera el cobijo del silencio.
Laura Gil
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