viernes, 9 de enero de 2015

DOLOR LÍRICO (Prosa 14)





Se descubre la noche en el dolor que ciñe mi pecho, contemplo las luciérnagas en el cantar de su brillo y un destello a lo lejos espolea en la inmensidad del sigilo. 

Llegan los recuerdos del olvido que guardo en la sonoridad que aletean añoranzas de aquellos momentos que han dejado golpes en los acantilados del alma.   

Se fructifica el silencio en la estación reciente de mi éxodo, mutismo que permite adentrarme y contemplar la imperfección de la esencia humana. Un rayo de floración estalla en mi corazón y se enciende mi cielo, se hace fuego en la nostalgia que incinera el dolor que vierte aires sensuales que esparcen una dulce melancolía.

Un estado excelso en el crepúsculo del espíritu que me entrega quimeras de inspiración y me resguarda de la locura inminente para admirar la sensibilidad del estado sensible que entrega el día. 

Melancolía que se ama, tanto como se aman aquellos seres en cuya compañía hemos llorado y que en la paradoja de la vida son los que más amamos.   

Es esa dolencia la más beligerante de las emociones del sentir humano, cuando se vuelca el alma a la sensibilidad que entrega el ser, de ahí, que solo podamos decir que hemos vivido un amor, si también por él  hemos sufrido.

En el dolor se crea la poesía y germina la elevada ensoñación, cada experiencia dolorosa es una mina de cantos que entrega un manantial sinfónico que brota desde las entrañas profundas del respiro.  

Cada dolor es grande en la magnitud del ser que lo padece y conlleva al mismo estado elevado del alma, un sublime éxtasis que decanta la palabra hecha bucólica, pero que solo aquellos que se aferran a la sensibilidad estética la dejan fluir en un río lírico.

Entonces, me adentro en mi silencio y lo amo, tanto como amo el dolor del alma, mi exquisita melancolía, ánimo sublime, ensoñación lírica del espíritu sonoro hecho verso, y germina mi jardín interior, florecen mis quimeras guardadas, y brotan de mis sueños begonias ambarinas y del olvido abedules azules, me hablan las rosas y las cosas me besan, las piedras ocultan mis penas, se borda mi cielo y me canta la luna y el sol me abraza y discurre un manantial cristalino de genuinas impresiones mortales del sentir místico del alma, ánfora que guarda las cenizas de las devociones que ya no están en el esplendor de su fragancia.

Laura Gil 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por tu tiempo, saludos cordiales.