En las moléculas de piel se vierten
los rocíos encadenados al silencio
brilla el nácar como amuleto de musa,
un mágico somnífero que alivia.
La nostalgia se cubre de antifaz
entrega las cenizas al viento
en un río de olvido una barca viaja
mientras musita a la sombra su canto.
Llega la noche en su desierto
con la luz que alivia el espíritu,
surge la paz en la revolución del ocaso
y se eleva la alegría a los cielos.
Revive el eco en medio del paisaje
la imagen de los sueños ya esculpidos
la almohada se despide del llanto
llega el olvido tatuado de recuerdos.
La esfera blanquecina se bebe las penas,
se acomoda pletórica de sueños,
con el delirio de una luz inquieta,
que nos enlaza en sus máculas de queso.
Laura Gil
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